La Corte, por ejemplo, mantiene desde hace años sin resolver las causas que involucran a Jaime Lamont Smart, quien fue ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires durante la dictadura y sigue siendo uno de los civiles más influyentes vinculados al terrorismo de Estado. Smart fue condenado por primera vez en 2012, pero la Corte todavía no tuvo tiempo de revisar ninguna de las sentencias en su contra.
“La Corte también podría evitar las eternas preventivas que tienen incluso muchos de los condenados que no tienen sentencia definitiva, firmeza que además ellos manejan a su antojo, como lo demuestra el cajoneo de recursos extraordinarios desde hace años en varias de las causas de lesa humanidad de La Plata”, protesta Godoy.
“Quienes pedimos celeridad siempre fuimos los querellantes”, apunta la abogada Myriam Bregman, presidenta del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh). “Hay un error de concepto grave en el fallo de la Corte: no son exrepresores, sino que, al día de hoy, siguen cometiendo los delitos por los que se los acusa porque no dicen qué hicieron con sus víctimas. Castillo y su socio, Juan José ‘Pipi’ Pomares, muchas veces han logrado protección judicial. Hay que ver qué relaciones les permiten eso”, deslizó.