Una más: el nombre de Gerardo Martínez volvió a sonar como posible candidato de consenso. Así lo deslizó Barrionuevo y así lo desean espacios del Gobierno, que ven en el albañil y gestor de la política externa de la CGT un puente con el movimiento obrero peronista en momentos en que a los libertarios se les cierran todas las puertas. El mayor opositor a esa alternativa es el propio Martínez, sólo interesado en retener otro mandato la Secretaría de Internacionales de la CGT y en asegurarle a Cristian Jerónimo un lugar en el nuevo trío de jefes.
Si esas alternativas son verídicas o sólo destinadas a tensionar hacia adentro para asentar la alternativa más pacífica de un nuevo triunvirato, se empezará a develar el lunes. El mismo día también habrá margen para poner en común miradas sobre las elecciones. El diagnóstico mayoritario es que la CGT se benefició directamente de su alineamiento con el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. Los sindicalistas le asignan al mandatario provincial la medalla de haberse impuesto a Cristina Fernández de Kirchner e incluso arriesgan que de ese modo logró atraer a votantes que no hubiesen tomado en cuenta la boleta de Fuerza Patria con la exmandataria como protagonista principal.
Lo esencial para los gremialistas, sin embargo, es la convicción de que Javier Milei dictaminó su propio fin de ciclo. Por un lado, por la obstinación de presentar la elección bonaerense como un plebiscito a su gestión cuando nadie planeaba presentarla así. Y otro tanto, por la certeza de que las alternativas económicas de La Libertad Avanza no ofrecerán en absoluto una recreación de la expectativa ciudadana. Señales, a su vez, que entienden los dirigentes concordantes con la clausura de cualquier intento de reforma laboral por parte del Gobierno en 2026, como habían advertido el propio Presidente y sus funcionarios más entusiastas, como el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger.