En octubre de 2006, el cadáver de Ramoncito González, un niño de once años conocido en su barrio correntino de Mercedes como Moná, había aparecido al costado de las vías. No tenía casi nada de sangre y le faltaba la cabeza. “En realidad, era un caso que a mí no me interesaba para nada, -recuerda hoy Gentile- yo estaba investigando otras cosas, quería escribir sobre la persecución a las mujeres por hechicería en Argentina, pero una compañera de trabajo me pasó el dato de que había dos mujeres en Corrientes que estaban presas por organizar un crimen ritual para matar un nene. Yo me acerqué al tema pensando que les habían inventado una causa”. Lo que siguió fueron años de sumergirse en una trama de horror en la que el tráfico de niños se combina con la prostitución infantil, el narcotráfico y los rituales satanistas. Y todo en el marco de la construcción del poder local y provincial.Cuando, meses atrás, se publicó el libro “Satán de los Esteros”, la sociedad argentina todavía no estaba sacudida por la desaparición de Loan. Sin embargo, quienes leyeron entonces el trabajo del periodista Leonardo Gentile quedaron conmocionados por la dureza de los hechos y por su implacable reconstrucción. Gentile se había pasado nueve años investigando y escribiendo sobre el caso.
Esa lectura detallada de los expedientes y la obsesión por chequear cada palabra con los protagonistas convierten al trabajo, que había sido concebido como una crónica de un crimen ritual, en una herramienta más que apropiada para evaluar los hechos que son, por estos días, la noticia casi excluyente.
—Otro motivo por el que me interesó mucho el caso es que había un perito antropólogo social —recuerda el autor— ¿Qué puede aportar un antropólogo social como forense?, me preguntaba. Hasta que entendí que el tipo, Humberto Miceli, demostró que el crimen era un ritual. Que la organización que había matado a Moná tenía muchos negocios simultáneos: captaban niños a los que usaban para robar, para vender drogas y los explotaban sexualmente. Pero el paso que daba Miceli era la interpretación de que el principal objetivo del grupo era mágico-religioso, era fundar una nueva religión. Es decir, todos los delitos que cometían les servían para financiarse y para sostener al grupo de fieles, porque ellos creían que haciendo sacrificios de este tipo iban a ser beneficiados por mejoras a nivel político o económico y con algún tipo de protección tanto legal como sobrenatural.