Siempre a expensas de la evolución de la guerra en Ucrania y sus enormes consecuencias globales —no es el único, pero sí el principal catalizador de los precios—, la inflación debería empezar a dar tregua en los últimos meses del año. El límite al precio del gas utilizado para generar electricidad debería ofrecer una tregua —restando entre cinco y ocho décimas, según un panel de economistas consultado por este diario, algo menos de lo que espera el Ejecutivo—. El paquete de medidas de urgencia anunciado el pasado sábado —bajada del IVA, rebaja en el transporte público y prórroga de la bonificación en la compra de carburantes, entre otras— también está llamado a poner su granito de arena.
“El shock de precios está durando más de lo previsto, pero sigue motivado por factores coyunturales: no se trata de un cambio estructural respecto al ciclo anterior, cuando estábamos preocupados por la deflación”, sostiene Santiago Martínez, jefe de Análisis Económico y Financiero de Ibercaja. “El escenario más probable es que se produzca una desaceleración del IPC en los próximos meses, que ya sería apreciable a final de año y ganaría intensidad en 2023″.
A esa moderación en el tramo final del ejercicio también debería contribuir lo que los economistas llaman efecto base: la comparación se establece con el mismo mes del año anterior, y en la segunda mitad de 2021 fue cuando la subida de precios pisó el acelerador. En sus últimas previsiones, el Banco de España calcula que el IPC cerrará 2022 con una subida interanual del 7,2% para desinflarse hasta el 2,6% en 2023 y el 1,8% en 2024, ya dentro del rango que se fija como objetivo el BCE. Tras apuntar a una subida de los tipos de interés en julio, la presidenta del Eurobanco, Christine Lagarde, se comprometió el martes en el tradicional cónclave de Sintra (Portugal) a llevar la política monetaria “tan lejos como sea preciso” para apagar el incendio inflacionario.